CUANDO LO FACIL SE VUELVE DIFICIL.

Llega un momento en la persona o la familia en que se terminaron las minimizaciones, las bromas, las advertencias, el “que sea la última” y empieza la odisea de buscar ayuda.

Las personas y familias muchas veces buscan en una terapia individual una salida.

Algunas personas logran recuperarse con este dispositivo si logran la conjunción de buen profesional, compromiso con la tarea individual y familiar.

Puede que se encuentren con un/a profesional serio/a que indague sobre la problemática, profundice más allá de la negación del/ la paciente y en caso de encontrar un cuadro que así lo requiera, haga una derivación a un centro de mayor contención.

Sin embargo es abrumadora la cantidad de pacientes que llegan a nuestra institución contando otra realidad. La triste historia de quienes perdieron años en un intento vano mientras estaban acudiendo por ayuda a un/a profesional.

Es la típica historia del/de la terapeuta light, el/la psicólogo/a que se suma entusiasta a la negación del/la paciente “para hacer onda”. “Un porro de vez en cuando no hace nada”, “yo también fumo” y la indagación termina clausurada. En algunos casos la continuidad del consumo es hasta recomendada. Se le propone al/la paciente la tarea absurda de destapar en el trabajo terapéutico para volver a tapar con el consumo. La irresponsabilidad llega a conducirse de esta manera con menores de edad.  La desesperación ciertos/as psicólogos por mostrarse “open mind” nubla la responsabilidad de una indagación más fina sobre los niveles de gravedad del consumo que debería ser norma de cualquier profesional ante cualquier problema de un/a paciente. Ahí comienza una historia de manipulaciones y evitaciones en las cuales el/la profesional se enrieda.  Los familiares preocuados por situaciones cotidianas de autodestrucción son prontamente tranquilizados: “lo que él/ella necesita es espacio de libertad”. En estos casos, generalmente, una problemática sistémica, que debería ser familiarmente trabajada, es abordada sin integrar esfuerzos colaborativos de los allegados, no se trabajan las actitudes de codependencia. Luego viene el accidente, la pérdida del proyecto de vida, la destrucción de la pareja, la sobredosis. El/la “terapeuta copado/a” hace mutis por el foro: “bueno, jamás me dijo que estaba tan mal” “¿cómo no controlaste el consumo?”, “lo que pasa es que vos no sabés consumir”. De la relajación total a la desaparición absoluta en un solo acto. Con la misma soberbia. Es la falta de compromiso como actitud ante el rol profesional. El consumo de sustancias para afrontar la vida parte de un autoengaño y en la mayoría de los casos se verifica, por lo tanto, una carencia de conciencia de enfermedad.

Mientras tanto, el/la paciente, paralizado/a por sus propios temores, perdió valiosos años escudándose frente a las preocupaciones familiares

“¡No me rompan las pelotas! Estoy haciendo terapia”.

Años en los cuales se comprometió más con el consumo, años de congelamiento afectivo, de discusiones amargas, de derrotas diarias, años perdidos en proyectos que nunca se concretan. Años en los cuales no se pudo trabajar con las heridas invisibles que la persona oculta en su interior y tapa con sustancias. Años en los cuales la persona se convenció de que jamás podría dejar la droga (no nos olvidemos del detalle no menor de que los años de psicoterapia infructuosa cronifican el cuadro de la adicción). Llantos, puños cerrados por la impotencia,  lesiones de por vida por accidentes de tránsito, experiencias que muchas veces podrían haber sido evitadas si las universidades formaran a los y las profesionales de la salud mental en las adicciones y su tratamiento eficaz.

Reiteramos el concepto con el cual empezamos, no se trata de generalizar, hay personas que, habiendo atravesado por una adicción a sustancias, tuvieron efectos benéficos en un espacio de terapia individual. Sin embargo, el llamado a la alerta es necesario. Si Ud. percibe que las manifestaciones negativas del consumo, luego de un tiempo prudencial se reiteran, que el/la paciente retrocede y se perpetúa el estancamiento tal vez el/la paciente esté requiriendo un mayor nivel de contención. Perder tiempo puede empeorar el cuadro. Y por más profesional que sea quien está atendiendo, Ud. tiene derecho a plantear su preocupación. Porque en la sobredosis, los que se quedan al lado de la cama son los familiares.

Lic. Sergio Landini

Director del Programa Psicológico Asistencial
Valorarte Asociación Civil

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