La vida de Cristian Díaz, de 36 años quedó trunca en la madrugada de Villa Lugano. Del otro lado del cañón el famoso músico Pity Álvarez.

“Yo disparé, lo maté, era entre él o yo. Cualquier animal hubiera hecho lo mismo” dijo. Con el cadáver de Díaz aun fresco los medios masivos pro – droga ya se pusieron a hacer “reducción de daño”. “Metámoslo en el contexto de pobreza sin mencionar la droga con una mirada ‘comprensiva’”, o por el contrario “digámosle ‘machista’”. Todo cabe, menos hablar de los efectos de la droga en la conducta humana. El canon de la “corrección política sobre drogas” tiene un largo conjunto de ítems. Por ejemplo, cuando Gustavo Cerati quedó con muerte cerebral por consumo de sustancias, esos medios nos imponían una cómplice negación de la causa del drama.

La cultura de la droga lo había mostrado al Pity como “un genio”, una y otra vez. Un modelo para muchos pibes de barrio. Mostrar a un personaje público diciendo cosas más o menos irreverentes bajo efecto de sustancias es normalizado como “un espectáculo más”. Antes lo habían hecho con Charly García, en su época de mayor desesperación. Ahora, estabilizado, no levanta tantos puntos de rating. Un sketch de Diego Capusotto le sacaría el jugo al tema de la explotación del morbo público por el rockstar “pasado de rosca”.

La madre del Pity lo había dicho en la Revista Noticias “A mi hijo lo veo en un peligro inminente” con diez años de anticipación.

La Ley de Salud Mental (esa aberración del pensamiento políticamente correcto que no es más que una muestra de carencia total de empatía con los seres humanos de carne y hueso) deja a la persona la “libertad” de elegir su propia internación. Miles de madres en todo el territorio argentino claman impotentes “que alguien las ayude”. Desoyendo ese clamor, la Ley exige complejos trámites legales para la internación del paciente.

Hablar de “libertad” cuando se trata de drogas es un verdadero oximorón. Las drogas sujetan vidas, silencian angustias, destruyen la posibilidad de manejar el propio racioncinio. Eso es potencialmente peligroso para sí y para terceros. Parece absurdo tener que reafirmar algo tan obvio. La vida trunca de Cristian Díaz es solo un testimonio de esta realidad que alcanzó los titulares de los diarios.

¿Qué tipo de vida tendrá Pity desde ahora? El mismo corpus legal que “garantizaba la libertad” del músico para arruinarse con sustancias ahora lo va a poner en una cárcel por largos años. Extraña idea de “libertad”.

Sin embargo, ni Díaz ni el Pity son las primeras víctimas resonantes de la libertad “políticamente correcta”. En 1998 Javier Gómez, de 19 años, asesinó a su abuelo, su madre y su hermanita. La Ley de Desmanicomialización de la Provincia de Río Negro lo había “liberado” de la posibilidad de tener un tratamiento en internación. A los meses de sus crímenes Gómez apareció ahorcado.

La Ley de Salud Mental pone sobre las Comunidades Terapéuticas la Espada de Damocles del cierre para el 2020. Si este absurdo no se frena se destruirán sistemas de recuperación que llevaron décadas para ser organizados y que para muchos argentinos significaron la diferencia entre la vida y la muerte.

Lic. Sergio Raúl Landini
Psicólogo
M.N. 16.996
Director del Programa Psicológico Asistencial
Valorarte Asociación Civil

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